* Por Gisela Colombo. 

Hace un año la compañía de streaming más popular estrenó un documental llamado “Sobrevivir a la muerte”, con fines de ofrecer otro de tantos productos realizados para abastecer de entretenimiento al mundo occidental. Sin embargo, no parece ser el típico. En cambio, actúa como un instrumento que trasciende los intereses de convocar público y sondea las preguntas clásicas que el hombre se hace frente al escenario de una pérdida física.

Todo ello realizado, claro está, con una impronta comercial sin la cual no tendría oportunidad de ingresar a la plataforma.

Si el entretenimiento suele buscar una fuga a la realidad, éste en cambio se mete en esa región espinosa en que nos enfrentamos cara a cara con lo que somos. Son muchos, en efecto, los testimonios de aquellos que ignoraban y hasta se esmeraban por olvidar el destino de caducidad que tiene todo hombre por naturaleza, y entonces, por virtud de la partida de algún ser querido, se permiten la pregunta y comienzan una especie de pesquisa. Esa investigación no es mera duda filosófica. En ella está implicado mucho más que el afán de descubrir leyes naturales que expliquen lo que sucede después de la muerte. La diferencia deriva, precisamente, del carácter personal de las circunstancias que motivan la búsqueda. La angustia, la ansiedad, el temor, acuden al ánimo del sujeto y lo afectan profundamente.

Pero también la esperanza en los mensajes que, como el poema de Francisco de Asís, sostienen que “la muerte no es nada”.

La muerte no es nada. Yo sólo me he ido a la habitación de al lado. Yo soy yo, tú eres tú. Lo que éramos el uno para el otro, lo seguimos siendo.

Llámame por el nombre que me has llamado siempre, háblame como siempre lo has hecho. No lo hagas con un tono diferente, de manera solemne o triste. Sigue riéndote de lo que nos hacía reír juntos. Que se pronuncie mi nombre en casa como siempre lo ha sido, sin énfasis ninguno, sin rastro de sombra.

La vida es lo que es lo que siempre ha sido. El hilo no está cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de tu mente, simplemente porque estoy fuera de tu vista?

Te espero…No estoy lejos, justo del otro lado del camino…Ves, todo va bien. Volverás a encontrar mi corazón. Volverás a encontrar mi ternura acentuada. Enjuga tus lágrimas y no llores si me amas.”

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Cada testimonio refleja puntualmente el proceso psicológico que opera en la conciencia de quien está de duelo. De eso trata el documental. En nombre de la búsqueda sí se abordan distintas disciplinas que podrían auxiliarla y también se presentan casos particulares con detalles atrapantes.

Desde el punto de vista metafísico, el relato va desde una perspectiva cientificista, cauta, apegada al modo de conocer empírico, el único respetado por la ciencia. Pero avanza hacia una visión más abierta. Al terminar el periplo, nos habremos distanciado alternativamente de esa mirada binaria y habremos observado otras.

Dos de los episodios, por dar un ejemplo, están dedicados a la actividad mediúmnica. El primero de ellos, desde una especie de retrospectiva a las primeras manifestaciones de espiritismo y desde estudio de campo sobre la mediación entre el mundo material y el otro mundo. Si bien ésa es quizá la porción más endeble del documento, no obstante no convencer del todo, tiene la virtud de manifestar también testimonios de escepticismo y dudas. Aun así el relato finalmente abre más dudas para quienes se sumergieron en él convencidos de que fuera del mundo tangible no había nada. No se trata de acordar en todo con una postura o con otra. Tal división no resulta inteligente. Ése es el maniqueísmo que divide a unos y otros. La mayor fortaleza de este documental quizá sea ésta misma: practica el respeto a cada opinión subjetiva, lo que permite que cada quien profese en diferente grado lo que le resulta más convincente o ̶ como dirían los escépticos ̶ que crea lo que tiene que creer para mitigar el dolor.

La tira está organizada en seis episodios de aproximadamente una hora de duración. Y vale la pena si despierta a muchos del sueño irreal de eternidad en el que vivimos sumergidos durante el tiempo ordinario. Si genera preguntas o debates, con más razón incluso… En suma, ¡Bienvenido sea el entretenimiento!