*Por Gisela Colombo

“En brazos de un asesino” es una película de origen dominicano, estrenada en 2019, que sondea alguno de los elementos muy viralizados en el mundo de la tv y el cine. Narcotráfico, submundos del hampa, trata, sicarios que imponen giros en búsqueda de un nuevo orden, tráfico de armas, etc. Pero también protagonistas que provienen del mundo del modelaje y hacen visualmente atractivo el recorrido.

En este caso, será un actor cubano que ha brillado en México y otros tantos países de Centroamérica, antes de sumarse al elenco colombiano de “Café con aroma de mujer”, que logró récord de espectadores durante 2021 y 2022. En este sentido, un guajiro que más parece un exponente del próximo 007 que un cubanito de La Habana, sostiene un film que se desmorona. Y por esfuerzo estético que se haya puesto en el casting, la película naufraga.

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No es que no sea entretenida. Lo es. Es vertiginosa también. Tiene la omnipresencia erótica de los productos taquilleros característicos de las televisiones de gran parte de los países de Occidente. Pero, de todos modos, falla. 

¿El motivo? Falla la lógica interna del guión. La historia se cuenta como si entre unos hechos y otros sólo mediara una conexión azarosa, circunstancial, sin fondo. 

Como en una compilación de caracteres dispersos, como si no fuera un relato sino la vida real en la que somos incapaces de anudar experiencias fragmentarias que nada significan ni poseen conexión entre sí. En muchos casos, el arte del guión es precisamente éste. El guionista enhebra un collar único hecho de dijes diferentes, de hechos puntuales que no quedarán dispersos sino anudados unos a otros en una lógica interna, en un hilo único.

Sirva esta reseña para transparentar el profesionalismo necesario para trenzar el texto que le dé, en última instancia, la fortaleza de una buena historia.