Entrevista al maestro Jorge Palacios.
Con la organización del tramo local por parte de la Unión del Personal Civil de la Nación Seccional La Pampa el Festival Guitarras del Mundo recala en nuestra provincia, con el auspicio de las secretarías de Cultura de la Municipalidad de Santa Rosa y del Gobierno de La Pampa. En esta oportunidad la 31° edición se desarrollará el sábado 4 de octubre (21hs.) en el Teatro Español de Santa Rosa. La propuesta incluye como siempre guitarreros y guitarristas del mundo, de Argentina y los valores locales. La grilla de este año se conformará con el dúo Ernesto Snajer (Buenos Aires) y Matías Arriazu (Formosa), Jorge Palacios, de Río Negro, y por La Pampa lo harán Roberto Palomeque, Yanet de los Santos y Boris De Pian, con la dirección musical del maestro Mario Figueroa, que repondrán la obra de Guillermo Mareque.
La voz de los intérpretes.
Además de tocar en ese universo conformado por las seis cuerdas, de pulsar el instrumento con su estilo propio, característico, que los diferencia pero, a su vez, los hermana en el corazón de la guitarra, los intérpretes también reflexionan y cuentan su historia. Se nos ocurrieron una serie de preguntas en las que se resuma la historia personal y lo colectivo, la vínculación con la guitarra, las y los maestros, las trayectorias e influencias, asi como también el valor del festival Guitarras de Mundo y la particularidad de estar organizado por un sindicato, UPCN, a través de su Consejo Directivo Nacional y las 24 seccionales del país.
Jorge Palacios.
—¿Cómo te encontraste con la guitarra y que significó descubrir ese universo?
—Todos tenemos una historia para contar y siempre es hermoso recordar ese primer encuentro, ese primer momento en la guitarra con la música. La verdad es que mi encuentro con la música, el canto y, especialmente, con la guitarra, fue algo muy natural, algo muy orgánico. Podría decir, que era como ese aroma a comida casera que preparaba mi mamá. En casa la música llegó a través de ella, con su voz y su guitarra. Cantaba hermoso y tuvo muchos años de carrera. Era una voz de pueblo, una voz popular. Estuvo en el Festival de Cosquín, viajó muchísimo, recorrió nuestro país y tenía un repertorio inmenso: Violeta Parra, Mercedes Sosa, el Dúo Salteño, Los Trovadores, Silvio Rodríguez; músicos y grupos de esa época. Con ella fue el primer encuentro, y después con mis abuelos maternos, que eran de origen italiano, me acercaron a la música clásica y al jazz, con vinilos que giraban en un tocadisco antiguo, me acuerdo. O sea, la música llegó como por varias fuentes, varios partientes, pero sin dudas, la música que se respiraba en casa fue decisivo. Ya estaba ahí cuando llegué al mundo, que era como indivisible del universo en esas años. En esa primera infancia no fue algo consciente y viéndolo ahora en retrospectiva, no tenía por qué saber que la música y la guitarra eran algo especial, ya estaba ahí. Fue después de esos primeros años cuando tuve una revelación total, sin dudas fue un punto de inflexión que me marcó la vida para siempre. Me acuerdo perfecto, tendría unos seis o siete años al ver a Paco de Lucía en la televisión. En realidad no era Paco de Lucía, era una imagen estática que estaba en el televisor blanco y negro en casa de mis abuelos. Y a mí me impactó, fue escuchar esas ráfagas de notas a una velocidad desconcertante, un ritmo nuevo. Ni siquiera había una imagen de él, pero para mí fue un impacto total e, incluso, supe por una publicidad que venía a tocar a Neuquén. Yo vivía en Villa Regina, a unos 100 kilómetros de Neuquén, y les pedí que me lleven, no me hicieron caso. Pero en ese momento me quedó grabado el nombre, yo creo que en el corazón, en la sangre, fue muy fuerte lo de Paco de Lucía.
Y después, a los 10 años más o menos, una publicidad que muchos nos acordamos, se acuerdan, pues en esos años estaba la publicidad del vino Resero blanco y aparecía una cantidad enorme de artistas. Yo hace poco tiempo busqué esa publicidad en internet y la encontré. Y claro, a mí me había impactado porque escuché ahí por primera vez cantar a la guitarra, no en un acompañamiento, sino puntear esas notas. Me acuerdo que aparecía la melodía con una fuerza propia, como con alma, y con el tiempo supe que era el inmenso Eduardo Falú. En esa publicidad aparecen todos los grandes de esa época increíble. Me acuerdo que escuché esa melodía y fui corriendo a buscar la guitarra de mi vieja, y sin haber tocado nunca empecé a descubrir las notas de esa melodía.Así que bueno, desde ese momento creo que todo cambió. La guitarra ahí se convirtió en una especie de juguete galáctico y yo, que era un niño, me convertí en una especie de viajero de aventureras dando los primeros pasos en un continente infinito. Más allá de aprender el instrumento, fue como el inicio de un viaje de autoexpresión y conexión con la música y conmigo mismo.
—¿Qué influencias podés destacar en tu formación: maestros, escuelas, etc.?
—Además de aquella primera infancia donde la música reinaba en la voz de mi mamá, en la voz y la guitarra, se me viene a la memoria, inevitablemente mi abuelo Sergio, mi abuelo materno, que si bien no era guitarrista, pero fue como un compañero fiel de estudio, un melómano muy criterioso, que me llevaba mates y me corregía mientras yo aprendía tocar. Tenía mucha noción del ritmo, de la técnica, de la limpieza del sonido y, sin saber, me enseñaba cosas. Yo creo que la parte formal me la dio mi mamá, que me enseñó los primeros acordes, y también sabía leer música, tenía algunos libros de estudio de Ayala, de Vicente Gascón, y ahí aparecían pequeñas piezas de folclore y otras cosas. Ella me enseñó dónde ubicar las notas en el diapasón.Después, formalmente, fui a estudiar con Romandino Grossi, que era director de la banda municipal de mi pueblo, de Villa Regina, en Río Negro, y él me introdujo en la lectura musical. Más tarde empecé a estudiar en el INSA, que hoy se llama IUPA, el Instituto Universitario Patagónico de Artes, en General Roca, y esa fue mi escuela. Ahí tuve maestros increíbles y entrañables, Roberto Moroni, y Miguel Ángel Portal, con quien sostengo una amistad hermosa con él y con su familia.Pero bueno, hubo figuras que fueron en verdaderos puntos de inflexión ahí en el IUPA, y fueron un mundo, la época de oro del IUPA. Uno que puedo nombrar fue el maestro Ljerko Spiller, un ser de otro tiempo y espacio, era croata, venía a darnos clases, con 90 años, de música de cámara, era un lujo. Él me enseñó la importancia de la mejora constante y la búsqueda de nuevos medios de expresión, sea meterse en el instrumento y conocer a fondo las posibilidades expresivas, técnicas, tímbricas. Fue un maestro impresionante.También viajaba al IUPA en ese tiempo Víctor Villadangos, un guitarrista increíble, que conocemos muy bien los guitarristas, muy inteligente, muy generoso, un genio de la digitación que me inspiró muchísimo con su lema “más vale maña, que fuerza”. Nos salvó a muchos de lesiones y nos enseñó mucho también del oficio del guitarrista en todas sus facetas.
Más acá en el tiempo tuve la dicha de conocer a uno de los personajes que más admiro y que admiré desde niño, por su manera de decir, y sobre todo, por su manera personalísima de tocar la guitarra; estoy hablando de Omar Moreno Palacios. Para mí fue uno de los máximos referentes del folclore surero de la provincia de Buenos Aires. Esos arrebatos rítmicos, su autenticidad, fueron una inmensa inspiración y creo que a través de Omar se despertó en mí estudiar y conocer los lenguajes regionales, pude entender la importancia de conocer las raíces de la música de larga tradición y meterme ahí, conocer algunos detalles que me marcaron mucho. Por supuesto, en esos años también la escucha y en el estudio de obras de los grandes, por nombrar de acá, Atahualpa Yupanqui, Juan Falú, Eduardo Falú, Paco de Lucía, siempre, Andrés Segovia, Narciso Yepes. Estudiar obras de compositores como Tárrega, Barrios, Albéniz, Lauro; en fin, era un mundo de mucho descubrimiento.
—¿Cuánto hay de mito entre el guitarrero, como se denominaba Paulino Ortellado (autodidácta), y el guitarrista, que estudió en la academia?
—Para mí la distinción entre el guitarrero autodidacta y el guitarrista de academia es realmente un mito más que una realidad irreconciliable. Mi propia historia, mi propio camino es un reflejo de esa confluencia. Empecé a tocar de forma muy intuitiva, guiado como te contaba por mi madre, por mi abuelo y después me metí en la formación académica, la guitarra clásica, algunas cosas de guitarra flamenca, después el folclore argentino, tango, música sudamericana. Fue como una amalgama que definió distintas maneras de conocer el instrumento, no una única manera. Figuras como Paulíno Ortellado, a quien mencionaste, representan la esencia del guitarrero que sin pasar por una academia formal desarrolló un lenguaje guitarrístico inmenso y original. O sea, su toque no era solo una forma de tocar, sino una expresión profunda de La Pampa y de sus ritmos, de su gente. Y como dijera Carlos Loza, hace poco leí algo que me gustó mucho, que dice, todo Paulino Ortellado es la pampa. Me encantó, en sus manos la guitarra hablaba el idioma de la milonga, del estilo, de la cifra y, además, con una maestría que venía de la vivencia, o sea, de los oídos, de la transmisión oral. Tuve el honor de conocerlo a Paulino Ortellado, justamente gracias a guitarras del mundo. Coincidimos en General Roca en octubre del 2004. Yo toqué como músico local, tenía 25 años. Recuerdo que esa noche también tocó Manuel Iglesias, guitarrista flamenco, y me impactó muchísimo Paulino Ortellado. Y además su calidez, su persona, me dijo cosas muy lindas y me hizo reír mucho con algunos cuentos, algunos chistes que contaba. Su profundidad era notable, y me quedó muy grabada su forma de bordonear, el sonido fundamentalmente, su sonido muy profundo. Lo profundo y algo como salvaje también, pero de muchísima originalidad. Algo que tenía mucha alma, mucho sentimiento. Volviendo a lo del guitarrero y guitarrista, para mí la riqueza de la música argentina reside precisamente en cómo estas dos vertientes se nutren mutuamente. O sea, uno puede observar en muchos guitarristas actuales, una profunda formación, a la vez que un respeto y amor por la tradición. Porque se integra la sabiduría de la raíz popular con la técnica y el orden académico. Para mí lo fundamental es que la música sea lo primero. Esto sería integrar la espontaneidad y la raíz popular del guitarrero con la estructura y la técnica del académico.
—¿Qué significa o representa el Festival Guitarras del Mundo?
—Este festival tan, tan querido, tantos años ya, que es único en el mundo, único. Yo no conozco algo ni parecido que se haga en todo un país, en todo el territorio, en un país como el nuestro, tan lleno de expresiones musicales, de culturas. Guitarras del Mundo es un proyecto cultural de una enorme relevancia, un verdadero acto de resistencia cultural, como alguna vez ha dicho el maestro Juan Falú. Un festival como Guitarras del Mundo representa la esencia de lo que buscamos quienes amamos este instrumento y la música de raíz. Es una plataforma que ayuda a federalizar la cultura, llevar la riqueza de la guitarra a cada rincón del país, descentralizando el arte y valorando también a los talentos locales. Es un espacio vital para fomentar el intercambio entre maestros internacionales, músicos argentinos. Una idea que resuena profundamente conmigo. Y creo que la música puede trascender fronteras y conectar con la esencia de una cultura, sin dudas. Al poner en valor la guitarra en su diversidad, desde el folclore, el tango, lo clásico, lo contemporáneo, el jazz, el flamenco, el festival Guitarras del Mundo contribuye a mantener vivas y en constante evolución nuestras raíces musicales.
—La participación en Guitarras del Mundo posibilita el intercambio con maestros internacionales y también con artistas locales, de cada provincia. ¿Qué aprendizaje rescatás de esa interacción?
—El intercambio con músicos de diferentes latitudes y con las voces locales de cada provincia, con los diferentes lenguajes que existen, y, bueno, con los músicos que vienen de afuera, de otros países, es uno de los mayores tesoros del ámbito musical.De cada maestro y colega uno aprende no sólo nuevas técnicas o diversidad de repertorio, sino también la humildad, la camaradería, que resuena más allá del escenario. Guitarras es una escuela en sí misma, que se nutre y nutre, permanentemente, nuestra música y nuestra cultura.
—Alguna vez pensaste qué un sindicato de trabajadores se involucre en la gestión y producción cultural. ¿Qué opinión o lectura te genera?
—La idea de que una organización de trabajadores se involucre en la gestión y producción cultural,a mí me parece sumamente valioso, interesante, algo positivo en varios aspectos. Y habla muy bien también de ese sindicato y su compromiso con la esencia de nuestra identidad.Proyectos culturales que buscan rescatar y enriquecer la cultura, y en este caso, la música y los lenguajes expresados desde la guitarra, se benefician enormemente de un respaldo que garantice su continuidad y alcance. Para mí, lo esencial, es que se democratiza el acceso a la cultura y se valora el trabajo del artista, asegurando condiciones dignas, el reconocimiento de su aporte.Creo que es un camino valioso para asegurar que las raíces profundas de nuestra música sigan creciendo y evolucionando.
Jorge Palacios
Guitarrista y Compositor nacido en Villa Regina (Río Negro) en 1979. Realizó sus estudios de Profesorado Superior de guitarra, en el Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA) de General Roca. Estudió música de Cámara con el maestro Ljerko Spiller y guitarra con los profesores Roberto Moroni, Víctor Villadangos y Miguel Ángel Portal. Perfeccionó sus estudios con los reconocidos maestros Eduardo Fernández, María Isabel Siewers, Graciela Pomponio, Pablo Márquez, Armando de la Vega y Marcos Archetti. Ha grabado los discos Encordando (2019), Respiraluz, en el Dúo Gema del Sol (2019) y Río Paradiso (2022). Su labor como intérprete y compositor ha contado con el apoyo del Instituto Nacional de la Música (INAMU) y el Fondo Nacional de las Artes (FNA). En 2023 publicó su primer trabajo editorial con composiciones propias de raíz folklórica. Actualmente es profesor en la Escuela Superior de Música de Neuquén (ESMN).