Por Gisela Colombo
Blood of My Blood, otro alimento a la saga Outlander.
Esta nueva ficción se alza como una propuesta que combina con ambición lo romántico y lo épico, ofreciendo a los fans de Outlander una nueva forma de explorar el universo creado por Diana Gabaldon. Esta precuela no solo pretende expandir la poética de la saga, sino también forjar su propia identidad narrativa.
La serie se desarrolla en dos líneas paralelas: la de los padres de Jamie Fraser —Ellen MacKenzie y Brian Fraser— en la Escocia del siglo XVIII, y la de los progenitores de Claire Beauchamp —Julia Moriston y Henry Beauchamp— durante la Primera Guerra Mundial en Inglaterra. La convergencia de estas historias añade una dimensión de misterio y destino que, si bien ayuda a conectar con la serie madre, también introduce elementos nuevos.
La propuesta de alternar dos romances en eras diferentes tiene riesgos: distraer al espectador con demasiadas líneas paralelas. Sin embargo, cuando el guion logra equilibrarlas, captura intensamente el deseo, la nostalgia y la fuerza del compromiso contra viento y marea.
Uno de los grandes aciertos es la elección de Harriet Slater como Ellen MacKenzie y Jamie Roy como Brian Fraser. Juntos recrean una química tangible y creíble, transmitiendo pasión, dolor y sacrificio.
Por su parte, Hermione Corfield (Julia) y Jeremy Irvine (Henry) entregan actuaciones sólidas en una trama que lleva el adn del siglo XX, y su carga emotiva histórica.
La inclusión de personajes ya conocidos (versiones jóvenes de Murtagh, Collum, Dougal, Ned Gowan, entre otros) ofrece guiños agradables para los fans y refuerza la conexión con Outlander.
La serie propone la vuelta al origen, de acuerdo con las aspiraciones de muchos espectadores de Outlander, que fueron perdiendo interés en la serie a medida que se aleja de los eventos inspiradores, de la tragedia de un mundo que muere en las Tierras Altas para no volver más. El relato de esta precuela regresa al universo del tartán que tanta añoranza ha generado en los fanáticos y toma nuevamente la posta.
La serie brilla visualmente: los paisajes de Escocia, los interiores de castillos, la ambientación de la Gran Guerra y el cuidado en la reconstrucción histórica le dan peso al relato. Se percibe como una expansión cuidada del mundo original, de su espíritu y de su estética que ha rendido tantos espectadores.
Diana Gabaldon figura como productora consultora, lo que aporta legitimidad y coherencia con la obra matriz.
El ritmo narrativo puede tener altibajos: algunos episodios avanzan lentamente en favor del desarrollo emocional, mientras que en otros la trama parece abarcar demasiado. Pero esa oscilación es comprensible en una serie que busca equilibrar romance, política y un espíritu inconfundible.
Esa es la virtud de esta precuela: los personajes despiertan resonancias semejantes a las que generaron Jamie y Claire, aunque la historia sea menos impactante en novedad. Su fuerza radica en ofrecernos nuevas capas de significado y en ayudarnos a entramar e interpretar con mayor riqueza la saga original.
Blood of My Blood es el producto exacto para quienes, al terminar un libro que amamos o una serie que nos hace felices, buscamos algo igual pero diferente. Queremos el mismo estilo, los mismos ingredientes, pero que produzcan un dulce distinto. No se trata de volver a mirar Outlander tal cual, sino de experimentar más de ese mundo.
En definitiva, un relato que respeta la esencia y expande la experiencia, dándonos más de aquello que no queríamos dejar atrás.
La tira aún no terminó de ofrecer esta precuela, pero lo que está disponible invita sin dudas a frecuentarla.